miércoles, 22 de junio de 2011

BIENVENIDOS AL BAILE DE MÁSCARAS

Entré en el bar y miré a mi alrededor. La reconocí enseguida; por ese lunar encima de su ceja izquierda.
Nos saludamos y nos sentamos en una mesa al lado de la ventana, desde la que se podía ver toda la Gran Vía. Yo pedí un capuccino y ella un chocolate caliente. Entonces empezó a contarme qué había sido de su vida.
Yo no prestaba mucha atención, la verdad. Solo me fijaba en su aspecto. Cómo había cambiado en estos ocho años. Llevaba una camisa blanca, perfectamente planchada, sin ni siquiera una arruga; metida por dentro de una falda por encima de la rodilla, con rayas horizontales azul marino.
Ya nada quedaba de su peculiar estilo desenfadado, y que tanto me gustaba. Un poco de punk, un poco de rock, un poco de heavy. Esas camisetas de grupos como los Rolling. Tampoco vi sus inquietos e inocentes ojos verdes. Aquella tarde lluviosa estaban tristes, como resignados, sin esa chispa de brillo que los caracterizaba años atrás.
Aquella chica ya no era Victoria; ''Mi Victoria''. Era un corazón hecho de riffs de guitarra eléctrica Gibson reprimido en una celda con barrotes forjados de correcciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario