Como NUNCA, como SIEMPRE.

Me agobio cuando veinticuatro horas al día no son suficientes.

Cuando tengo 3 minutos exactos para recorrer andando la distancia de mi casa al paseo.

Cuando el  flexo de la habitación quema a la una de la mañana.

Cuando en la mesa no queda ni un hueco para dejar una moneda de un euro.

Cuando la aguja que marca los minutos amenaza con ponerse encima de las doce y no he salido de casa.

Cuando la merienda tiene que esperar a que llegue la cena.

Cuando tengo que subir los peldaños de las escaleras de dos en dos para no llegar tarde.

Pero, a pesar de todo, no cambiaría nada. Y cuando digo nada es NADA.

Me gusta que cada tarde el balón de voleibol quede entre un mi y un fa. Pero sin que se te olvide el sostenido. Pasar de tapar los agujeros de las llaves correctamente a tener los antebrazos colorados. Risas mientras intentamos seguir tocando de manera atropellada. Oír los golpecitos en el suelo marcando el pulso. Todas las semanas lo mismo. Una monotonía genial.  Esta tarde será igual. Igual de agobiante y de no tener tiempo de nada. Pero también será divertida y especial, como las demás. Nos lo pasaremos como nunca. O mejor dicho, como SIEMPRE. Estoy segura.